La menopausia es la etapa de la vida de la mujer que se caracteriza por el fin de la menstruación. En la mayoría de los casos ocurre entre los 45 y los 55 años debido a que comienzan a perder la función ovárica de forma paulatina y, como consecuencia, disminuye la producción de hormonas sexuales femeninas, estrógenos y progesterona. En los años que la preceden, las menstruaciones suelen hacerse más irregulares y pueden comenzar a aparecer síntomas típicos como sofocos y sequedad vaginal.
Los estrógenos son fundamentales para el correcto mantenimiento de los huesos, el sistema cardiovascular, la piel, el sistema nervioso central, etcétera. Su déficit no afecta igual a todas las mujeres. Algunas presentan pocos o casi ningún síntoma, mientras que en otras los trastornos físicos y emocionales pueden afectar notablemente a su calidad de vida. Son incómodos e intensos, pero con atención médica pueden evitarse o aliviarse.
La disminución de los niveles hormonales puede provocar a corto plazo sudoraciones nocturnas, palpitaciones, insomnio o cefalea. Cuando ha transcurrido más tiempo puede aparecer también sequedad vaginal y sequedad de la piel, pero lo más importante es prevenir la aparición de osteoporosis y evitar el desarrollo de problemas cardiovasculares.
A partir de la menopausia la mujer comienza a perder masa ósea. La disminución de este tipo de tejido hace que los huesos se vuelvan más frágiles y aumente el riesgo de fracturas.
Por otro lado, la falta de estrógenos propicia el aumento del colesterol en sangre que, unido a alteraciones de las paredes de los vasos sanguíneos y a otros factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, obesidad, estrés, vida sedentaria y abuso del tabaco y/o alcohol, provoca un mayor riesgo de tener problemas cardiovasculares. La probabilidad de tener un infarto se puede triplicar en la menopausia.
Para mantener una vida saludable durante la menopausia es importante cuidar la alimentación con una dieta sana y equilibrada, realizar actividad mental y física (deporte moderado de forma regular), evitar tabaco, cafeína y alcohol, etcétera.
Actualmente existen tratamientos que controlan la mayoría de estos síntomas. Puede recurrirse a la Terapia Hormonal Sustitutiva, que consiste en la administración de hormonas sexuales, o al uso de Fitoestrógenos, como los extractos naturales de isoflavonas de la soja (estrógenos vegetales).
Si se opta por tomar un tratamiento hormonal, es recomendable valorar con el médico especialista los beneficios y riesgos asociados a la situación particular de cada persona y recuerde que se recomienda usarlo a la dosis útil más baja y por el menor tiempo necesario. La Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) aseguran que el balance entre los aspectos positivos y negativos de la TH es claramente favorable al uso de los tratamientos de inicio de la menopausia hasta los 60 años, para la mujer sintomática.
El ginecólogo es quien mejor puede orientarle, aconsejarle y hacerle partícipe de las decisiones a tomar en relación a los cambios físicos y emocionales de la menopausia.
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