La respuesta a la pregunta es Sí, se puede, porque al realizar intervenciones de aumento de seno, los cirujanos plásticos no cortan en ningún momento la comunicación de los conductos galactóforos, los encargados de transportar la leche hasta el pezón. Como el implante se suele colocar entre la glándula mamaria y el músculo pectoral, o por debajo de este último, la estructura no se ve afectada.
El pezón tampoco sufre alteraciones, pues la introducción de la prótesis se lleva a cabo habitualmente a través de una incisión practicada en la areola que lo rodea o bajo el surco mamario. Solo se corre un riesgo: si durante la operación se producen involuntariamente daños en algún nervio, podría disminuir la sensibilidad en la zona del pezón y dificultar la bajada de la leche tras el nacimiento.
¿Y qué hay del material con el que está fabricada la prótesis? ¿Podría afectar una contaminación accidental de silicona al desarrollo y crecimiento del neonato? Después de analizar la leche de mujeres con y sin implantes se demostró que ni en el líquido nutritivo ni en la sangre de las madres había diferencias notables en cuanto a los niveles de silicona.
Fue un hallazgo tranquilizador para muchas mujeres que, tras operarse los pechos por razones de estética, no querían renunciar a amamantar a sus hijos. Cabe recordar que, según la OMS, «la lactancia materna es la forma ideal de aportar a los niños pequeños los nutrientes que necesitan para un crecimiento y desarrollo saludables. La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante seis meses, la introducción de alimentos apropiados para la edad y seguros a partir de entonces, y el mantenimiento de la lactancia materna hasta los dos años o más».
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