Es muy importante para ti conocer como los estrógenos y la progesterona actúan sobre tu cuerpo. Ambas hormonas forman una unidad de acción en la actividad orgánica y sexual y deben estar en permanente equilibrio, de lo contrario surgen desórdenes físicos y psíquicos provocados por el desequilibrio hormonal.

Las hormonas producidas por los ovarios (los estrógenos y la progesterona) participan en un gran número de funciones diferentes a las puramente sexuales y de reproducción. Por ejemplo, influyen sobre el metabolismo de los huesos, de los músculos y de la piel. Asimismo, gracias a sus efectos sobre el cerebro, estas hormonas influyen en buena medida sobre el comportamiento de la mujer.

Los estrógenos

Los estrógenos determinan la distribución de la grasa del cuerpo, acumulando más grasa en la región de las caderas y alrededor de los senos, confiriéndole así el contorno característico a la silueta femenina.

También promueven la pigmentación de la piel, sobre todo en áreas como los pezones y la región genital.

El comportamiento de la mujer, en particular el deseo sexual, está claramente influido por la acción de los estrógenos en el cerebro.

Otro efecto importante de los estrógenos es el que ejerce sobre el metabolismo del hueso. Estas hormonas mantienen la consistencia del esqueleto, impidiendo la salida de calcio del hueso durante la edad reproductiva de la mujer, y contrarrestando la acción de otras hormonas, como por ejemplo la paratiroidea que hace que el hueso sea más frágil y poroso.

Los estrógenos también influyen sobre el metabolismo de las grasas y del colesterol de la sangre. En la vida fértil de la mujer los niveles de colesterol suelen no ser elevados, y el riesgo de sufrir arterioesclerosis o infarto cardiaco es muy bajo. Además inducen a la elevación del “colesterol bueno”, o colesterol de alta densidad, lo que protege aún más a la mujer del riesgo de presentar un infarto.

La progesterona

Esta hormona es muy conocida popularmente como la “hormona del embarazo”, su función es acondicionar el endometrio para facilitar la implantación del embrión, haciendo posible que se fije a las paredes del útero.

Además de los efectos señalados para la progesterona sobre el útero, esta hormona afecta la parte glandular del seno, induciendo aumento de tamaño de la glándula, especialmente, en los días previos a la menstruación.

La progesterona también es la responsable de activar la segunda parte del ciclo menstrual. Estimula una moderada retención de agua y sal por parte del riñón, lo que se traduce en un discreto incremento del peso corporal y acumulación local de líquidos en los senos, el abdomen y los miembros inferiores. Este efecto “congestivo” se ha llamado “síndrome de tensión premenstrual”.

Gracias a su acción sobre el cerebro y el sistema nervioso central, la progesterona puede influir sobre la temperatura del cuerpo, al tiempo que estimula los centros respiratorios, incrementando la frecuencia de la ventilación pulmonar.

Al contrario que los estrógenos, la progesterona tiene un efecto sedante en las mujeres. También algunos experimentos han demostrado que podría tener un cierto efecto depresivo sobre la parte afectiva de la mujer.

Es vital el equilibrio de estas hormonas y hay que poner especial atención a los síntomas que pueden delatar una mala interacción entre ambas, consultando a tu ginecólogo en caso de detectar cualquier anomalía para que te realice las pruebas oportunas.