La palabra menopausia proviene del griego mens, que significa “mensualmente”, y pausi, que significa “cese”, por lo que se define como el cese permanente de la regla o menstruación. Los ovarios dejan de producir óvulos, por lo que los niveles de hormonas ováricas también descienden influyendo en todo el organismo.

Lo habitual es que se produzca alrededor de los 51 ó 52 años de edad, siendo un proceso progresivo, es decir, la mujer, por lo general, comienza a sentir una serie de síntomas que pueden comenzar a darse durante los dos a cinco años previos a la llegada de la menopausia. A este período de “transición” se le llama Perimenopausia.

El primer síntoma que se da es la alteración en la menstruación: retrasos, reglas abundantes o más pequeñas, flujo más o menos espeso… A cada mujer le afecta de forma diferente. Es importante que en cuanto notes alguno de estos cambios acudas a tu ginecólogo para descartar que detrás de esta variación se esconda alguna otra patología.

Otro de los síntomas más comunes es la llegada de los sofocos. Sin causa aparente y de manera repentina aparece una sensación de calor en la zona del pecho y que asciende hacia la cara, todo ello acompañado de sudoración. Esta sensación dura unos minutos y, posteriormente, pueden aparecer escalofríos debido a la evaporación del sudor.

Alteraciones en el sueño, nerviosismo o dolores articulares, son síntomas que también están asociados a esta etapa. Igualmente algunas mujeres refieren sequedad vaginal, lo que puede producirles más infecciones por la alteración de la flora, e, incluso, dolor al mantener relaciones sexuales.

Psicológicamente para algunas mujeres la llegada de la menopausia les supone un gran alivio, ya sea porque no serán necesarias las medidas anticonceptivas para mantener relaciones sexuales, o porque se ha puesto fin a los dolores menstruales. Sin embargo, para otras, la menopausia supone el fin de la etapa fértil y la llegada de un mayo envejecimiento. Dependiendo del punto de vista de cada mujer podrá afectarle más o menos a su estado anímico.

Por lo general es un proceso llevadero, pero en el caso de que la mujer se sienta muy afectada por los síntomas se le puede recetar un tratamiento hormonal, o se puede ayudar de cosas naturales como el aceite de onagra o la ingesta de soja. Igualmente, incorporar buenos hábitos de vida, como ejercicio físico y una dieta equilibrada, ayudarán a que el organismo esté preparado en esta nueva etapa de la vida de una mujer.